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Abades Triana

Dos opciones en Sevilla: de tapas o sentados

En una reciente visita a Sevilla fuimos a conocer uno de los referentes de la alta cocina sevillana, al Abades Triana. Emplazado en un lugar magnífico, en Triana enfrente de la Torre del Oro, con vistas a esta y a la torre de la Giralda, el local es espectacular de tamaño y de luz.

Mesas cómodas y muy separadas. Abrumador servicio en los primeros minutos, por lo menos nos saludaron en la mesa cinco veces. Carta con opciones y pretensiones. Aquí radica su mayor problema, en las pretensiones. No se puede tener un local con cortador de jamón y encargado de coktails y defraudar. Abades Triana lo hace.

Comenzamos con el vino. Magnífica carta. Nos decidimos por un crianza Ribera del Duero, … “agua” …, no quedaba ninguna botella. Puede pasar, así que fuimos a por otro Ribera del Duero, “agua de nuevo”. Un cierto mosqueo. Por aquello de la cercanía nos decidimos por un tinto gaditano. “Tampoco tenían”. Para no seguir con el “cachondeito”, preguntamos directamente que tenían y nos fuimos a por un Riojita.

Dado que había cortador de jamón y estábamos en la ribera del Guadalquivir decidimos darnos un homenaje y compartir de aperitivos un plato de jamón y un poco de caviar de Riofrío, que aún no lo habíamos probado. De nuevo “agua”. De cuatro referencias de caviar en carta solo tenían las dos ecológicas, con lo que nos quedan dudas si la falta de sabor es propia de Riofrío o de la ecología. Eso sí, la presentación y acompañamiento del caviar excelente. El jamón bien, gracias.

Entre los primeros y los segundos desapareció, o eso nos pareció, la mitad del servicio. Por ello tardaron en aparecer los platos. Además, resultaron desiguales. Pato en tres texturas bastante correcto, atún de almadraba insípido y difícil de masticar y magnífico carabinero. En singular porque solo se pidió uno, eso sí, a 34 euros.

Agradables las copas, aunque la espera fue de mas de 30 minutos. Claramente Abades no da la talla de lo que pretende, a pesar de que el servicio lo intenta con gran empeño. No es un tema de actitud sino de organización del restaurante.

Si quieren cenar o comer en la calle Betis con vistas al rio les recomiendo que vayan al Kiosko de las Flores a por unas tortillitas de camarón y algo de pescaíto. Puede que no salgan satisfechos, pero al menos la cartera seguirá saneada.

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