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De andar por casa y estrellas

SUCEDE Restaurante, Valencia

He comido en Valencia con Claudia, diseñadora del estudio PerezOchando con el que colaboramos en el despacho. En realidad, para ser honesto, , debo decir que me ha invitado a comer Claudia.

Me lleva a un Restaurante Valenciano, valenciano de diseño, y también gastronómicamente valenciano que se estrena, desde noviembre, con su primera estrella Michelin. “Sucede” es el nombre del Restaurante. Y está enclavado en la parte histórica de la ciudad, donde la muralla tiene un papel relevante en la estructura arquitectónica del Restaurante. La evolución de la gastronomía en el mundo, y también en España (y por supuesto en Valencia), ha pasado de la alimentación al entretenimiento. Por eso, el nombre “Sucede” es una denominación lograda y ajustada.

La carta y sus menús son una “sucesión” de ingredientes y elaboraciones de la gastronomía valenciana en sus diferentes etapas históricas. Y así, comienzas comiendo como comían los romanos en Valencia; y acabas comiendo como lo hacían los valencianos en los ocho siglos de dominación árabe. A ratos comes con las manos, a ratos bebes vino aguado con miel, a ratos comes flor de hibisco, a ratos cordero,  una sardina frita sin aceite, caballa, oreja crujiente de conejo…, a ratos te presentan un banquete romano en miniatura … No es comer, no, es más que eso,  es una representación, una sucesión de hitos temporales de casi dos milenios de Valencia.

Hay dos menús: uno de ellos, el que tuve la suerte de probar es el habitual de pequeños platos, de sofisticación, de infinidad de ingredientes, de combinaciones poco habituales, de materias primas locales e históricas…

¿Hay algún plato sublime? No, pero el conjunto es sobresaliente. Una experiencia gastronómica-histórica que uno no debería perderse. Y encima sales sin sensación de hartazgo, aunque con las papilas gustativas saciadas.

Como no podía ser de otra manera el espacio también es toda una experiencia que combina buen diseño; geométrico, atemporal, elegante e historia, con restos arquitectónicos únicos y originales como arcos góticos y murallas árabes de la ciudad.

Toda una experiencia. En realidad, ha “sucedido”. Y es lo que se pretendía. No íbamos a matar el hambre.

El Puchero, Madrid

Hace unos 25 años que no iba. De pequeño, con mis padres, cuando salíamos a comer solíamos ir a el Puchero o a la Playa. Ambos de comida casera y ambos de “andar por casa”. De hecho, no recuerdo haber estado en el local de Padre Damián. Tengo grabado el de la calle Larra, al sur de Chamberí. Un clásico.

Por casualidad lo vimos entre los recomendados por la guía de Metrópoli y pensamos, ¿Por qué no? Así que fuimos.

Local con sabor a siempre. Mesas menudas, aunque separadas y comodas, con mantel a cuadros rojos y blancos, paredes en blanco y granate, camareros entrados en edad y provistos de chaquetilla blanca. Si no fuera por la luminosidad del local y por el hecho de que mas de la mitad del servicio fueran mujeres hubiéramos pensado que estábamos en otro tiempo.

Entre los aspectos positivos, la parroquia nos hizo sentirnos jóvenes ya que bajábamos la edad media de forma importante. Por otra parte, el servicio es eficaz y amable y el ritmo de la cocina, al menos en un día sin llenar el comedor, muy apreciable. Conviene saber que las raciones son para gente de buen comer, pero en casi todos los platos sirven medias raciones.

Íbamos a comer tres pero el tercero llego tarde así que no tomó primer plato. Reconfortante la sopa de cocido. De siempre y sabrosa la media ración de habitas con jamón. Soberbios los huevos con carabineros y apreciable el revuelto de morcilla con patatas paja. Solo correcto el guiso de manitas con patatas. Para acabar un soso timbal de manzana con poca pasta y mucha canela. En resumen, muy agradable.

En cuanto a la nota, ni tan barato como un menú del día ni prohibitivo. Comida para tres (bebidas aparte) por menos de 70 euros. Un buen sitio cuando haya ganas de “cocina de la de siempre”

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