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De Abogados y Taxistas.

De Abogados y Taxistas. Si, lo cierto es que es difícil sustraerse a la nueva realidad de los 17.000 taxistas madrileños. Este colectivo, que durante décadas pagaba cifras astronómicas por sus licencias, que de hecho acababan constituyendo su plan de jubilación, ahora ven cómo por los cuatro puntos cardinales, han surgido, los EMOV (Citroen), los CAR2GO (Mercedes), los DriveNow (BMW), los Uber, los Blablacar, los Cabify…. E incluso desde dentro de los taxistas, existen plataformas como Hailo y Mytaxi (también propiedad de Mercedes) que intervienen en un mercado, que ellos pensaban, era suyo y estaba bajo control.

Los taxistas madrileños nunca han gozado de un alto reconocimiento social, si bien hay que aceptar que sus precios, eran muy bajos, comparados con el resto del países desarrollados de nuestro entorno. No podemos decir lo mismo, de la limpieza y estado de los vehículos o de la propia higiene o amabilidad de una gran parte de ellos … Creyeron equivocadamente que su guerra eran “las flotas” (los taxistas que acumulaban licencias y coches funcionando 24 horas al día, conducidos por ciudadanos extranjeros) y no percibieron la amenaza de la economía colaborativa y de las multinacionales afrontando su particular “transformación digital” en el sector de la movilidad. Ahora ya, es demasiado tarde.

Su futuro está comprometido, … más que comprometido.

¿Qué tienen en común los taxistas con los abogados?

Desconozco si la percepción social de la abogacía, se acerca más a la que es objeto de chistes, o a la que marcan las encuestas del CIS, Metroscopia, … pero debo decir, que un inquietante punto de conexión entre abogados y taxistas, proviene de la consideración de lo que constituye el servicio: Los abogados (como colectivo) entendemos que prestamos un servicio de valor añadido, mientras que la sociedad (de eso no tengo duda alguna), salvo en determinadas áreas, y circunstancias especiales, considera la prestación de servicios legales como un commodity.

La “comoditización” de la abogacía es un riesgo sin precedentes para los letrados españoles. La sociedad, no obstante, no es caprichosa y cuando adquiere conciencia de algo, o bien es por inducción mediática, o bien es porque lo ha contrastado como una realidad. Ningún comportamiento en la sociología es casual.

¿Qué puede haber visto la sociedad en los abogados que le haga pensar que el servicio es necesario, obviamente, pero que, en términos generales, da igual quien lo preste? Veamos:

  1. El abogado sale de la Universidad con escasa e inadecuada formación. No podemos evitar compararnos con los médicos, y el rigor teórico y práctico que se les exige; por no hablar de la prueba de acceso (MIR) que es un referente mundial en la materia. Otro tanto podríamos decir de los Ingenieros, de los Arquitectos, de las Enfermeras …
  2. El abogado, ya por falta de formación, ya por ineptitud/desidia para transmitir, es incapaz de trasladar al cliente, lo que realmente hace por él.
  3. La abogacía no parece particularmente permeable a la innovación, a la eficiencia tecnológica, a la transversalidad con otras disciplinas…
  4. El ratio de abogados por habitante en España es de los más altos del mundo, y dentro de este ratio, Madrid duplica el de Barcelona y multiplica el de cualquier otra ciudad de España con diferencia. La competencia es extraordinaria y eso hace que los precios disminuyan hasta niveles impropios de un servicio, cada vez más complejo, cada vez más llenos de matices.
  5. Si los precios bajan desproporcionadamente en relación con la complejidad del servicio, es impensable que la calidad del servicio se vea inalterada.
  6. ¿Pero en realidad se han reducido tanto los precios? Si una firma de prestigio como Perez Llorca es capaz de concurrir públicamente para la salida a Bolsa de AENA, ofreciendo unos honorarios de 1 euro, ¿qué no es capaz de ofrecer un “solo lawyer” con una mínima estructura de costes para conseguir un asunto, o un cliente?
  7. Pero por si eso fuera poco, antes había dos grupos de abogados en ejercicio por cuenta ajena: (1) Los de las grandes firmas nacionales e internacionales; y (2) los demás. Esta tipología se la debemos a Antonio Garrigues, que introdujo (contra extraños y propios) una nueva forma de ejercer la abogacía. Ahora hay un tercer (3) grupo, alimentado por la justicia-demagógica de la Judicatura (“La Banca es toda ella una gran estafa y nosotros los Jueces vamos a corregir esa injusticia para proteger al ciudadano”): Es el caso de los Arriaga, Rosales, Romero, Caamaño, Legalitas … Estas firmas, puede parecer que son efímeras, pero hoy están invirtiendo hasta 6 millones de euros al año en publicidad ; y no las concibo tan torpes como para no fidelizar y rentabilizar el flujo de decenas de miles de clientes que entran por las preferentes de Bankia, las cláusulas suelo, las hipotecas multidivisa, …pero mañana pueden tener cualquier otro conflicto legal que, seguro retendrán.
  8. ¿Y qué hacemos con los Procuradores? No les veo reconvertidos en prejubilados, hasta que desaparezcan. Los Procuradores acabarán siendo letrados en ejercicio (lo que por otra parte ya hacían hace cinco décadas con dignidad y prestigio), que competirán con todos los anteriores.
  9. Precios bajos, mucha competencia, largas jornadas de trabajo, tensión, servicio que puede llegar a ser apreciado como deficiente o desidioso …
  10. ¿Abogados o Taxistas?

Los abogados españoles, como los taxistas madrileños, estamos en medio de una tormenta perfecta … y no nos hemos enterado.

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